Hace un tiempo atrás se armó una gran polémica en nuestra provincia a causa de una ley referida a las actividades de las meretrices. Un gran comercio fundado en la satisfacción equivocada de las pasiones de la carne mueve mucho dinero... y muchos intereses. Uno ni siquiera puede imaginarse las cifras y las influencias que están en marcha cada día. Por eso cuando la Iglesia toca el tema, muchas voces son amplificadas con lenguajes manipulados: que se discrimina, que no tienen compasión de María Magdalena como lo tuvo Jesús...
En estos días se ha dado a conocer el documento final del primer encuentro internacional para la liberación de la mujer de la calle, organizado por la Iglesia y realizado en Roma el 20 y 21 de junio de este año.
Allí confirma que “es importante reconocer que el abuso sexual, la prostitución y el tráfico de seres humanos son actos de violencia contra la mujer y, como tales, constituyen una ofensa a su dignidad y una grave violación de los derechos humanos fundamentales”.
Pero hace apreciaciones sobre otra “esclavitud” paralela: la del que adquiere sexo a través del pago de una suma de dinero. Quién se convierte en “cliente” de la prostitución lo hace porque tiene problemas muy arraigados. Esta persona “debe recibir algo más que una condena social y afrontar el pleno rigor de la ley”. “Se le debe ayudar también a resolver sus problemas”, porque “comprar sexo a una prostituta no resuelve los problemas que surgen de la soledad, de la frustración, o de la falta de relaciones auténticas”.
Gran parte de estas personas rondan los 40 años, “pero también están involucrados un número cada vez mayor de jóvenes entre 16 y 24”. “De los análisis parece claro que un número cada vez mayor de hombres busca prostitutas no tanto para su satisfacción sexual como para dominar”. Y esto no es un dato menor, ya que “en las relaciones sociales y personales experimentan una pérdida de poder y de masculinidad y no logran desarrollar relaciones de reciprocidad y de respeto. Estos hombres buscan, por tanto, prostitutas porque les dan una experiencia de dominio y control total sobre la mujer durante un cierto período de tiempo”.
Frente a esto el documento nos recuerda que “en una sociedad en la que el dinero y el bienestar son valores dominantes, se necesitan relaciones adecuadas y una educación sexual para la formación integral de los grupos de personas. Este tipo de educación puede explorar la auténtica naturaleza de relaciones interpersonales que no se basan en el interés egoísta o en el abuso, sino en la dignidad de la persona que debería ser respetada y apreciada como don de Dios”.
Todo un desafío para quién quiere vivir el Evangelio y compartirlo con los demás.-
En estos días se ha dado a conocer el documento final del primer encuentro internacional para la liberación de la mujer de la calle, organizado por la Iglesia y realizado en Roma el 20 y 21 de junio de este año.
Allí confirma que “es importante reconocer que el abuso sexual, la prostitución y el tráfico de seres humanos son actos de violencia contra la mujer y, como tales, constituyen una ofensa a su dignidad y una grave violación de los derechos humanos fundamentales”.
Pero hace apreciaciones sobre otra “esclavitud” paralela: la del que adquiere sexo a través del pago de una suma de dinero. Quién se convierte en “cliente” de la prostitución lo hace porque tiene problemas muy arraigados. Esta persona “debe recibir algo más que una condena social y afrontar el pleno rigor de la ley”. “Se le debe ayudar también a resolver sus problemas”, porque “comprar sexo a una prostituta no resuelve los problemas que surgen de la soledad, de la frustración, o de la falta de relaciones auténticas”.
Gran parte de estas personas rondan los 40 años, “pero también están involucrados un número cada vez mayor de jóvenes entre 16 y 24”. “De los análisis parece claro que un número cada vez mayor de hombres busca prostitutas no tanto para su satisfacción sexual como para dominar”. Y esto no es un dato menor, ya que “en las relaciones sociales y personales experimentan una pérdida de poder y de masculinidad y no logran desarrollar relaciones de reciprocidad y de respeto. Estos hombres buscan, por tanto, prostitutas porque les dan una experiencia de dominio y control total sobre la mujer durante un cierto período de tiempo”.
Frente a esto el documento nos recuerda que “en una sociedad en la que el dinero y el bienestar son valores dominantes, se necesitan relaciones adecuadas y una educación sexual para la formación integral de los grupos de personas. Este tipo de educación puede explorar la auténtica naturaleza de relaciones interpersonales que no se basan en el interés egoísta o en el abuso, sino en la dignidad de la persona que debería ser respetada y apreciada como don de Dios”.
Todo un desafío para quién quiere vivir el Evangelio y compartirlo con los demás.-