Cada tanto aparece un tema en el cual, algún pope iluminado, dice que la iglesia es la causante de los problemas del mundo por su oscurantismo y necedad en adaptarse a los tiempos modernos. Palabras más, palabras menos.
Durante la semana pasada se recordó el día internacional de la lucha contra el sida.
Es una enfermedad que no es pequeña: se calcula que en el 2005 las personas afligidas por el sida eran más de 40 millones, de las cuales más de 2 millones eran menores de 15 años. Cada año aumenta el número de personas contagiadas: durante este año contrajeron el virus casi 5 millones de seres humanos, de los cuales 700.000 son menores de 15 años y en este mismo año han muerto debido al SIDA más de 3 millones de personas entre las cuales 570.000 jóvenes con menos de 15 años. Con lo cual podemos constatar con creces que el SIDA sigue sembrando muerte en todos los países del mundo.
Y frente a esto que hacer: ¿basta con repartir preservativos y folletitos en las calles y escuelas? ¿sirve de algo que el obelisco porteño aparezca forrado? ¿es la Iglesia la responsable de que la enfermedad crezca constantemente?
Quisiera decir unas palabras sobre este tema. Estoy seguro que ya estarán pensando y me dirán: los católicos critican pero no hacen nada. Antes de continuar, permítanme informarles algunos datos. ¿Sabía Ud. qué el 27% de los centros para cuidado de enfermos de Sida del mundo son católicos? Son numerosos los proyectos y los programas de formación, prevención y asistencia, cuidado y seguimiento pastoral a favor de los enfermos, que las iglesias locales, los institutos religiosos y las asociaciones laicales llevan adelante con amor, sentido de responsabilidad y espíritu de caridad. Las acciones que la Iglesia Católica realiza en el campo del SIDA se pueden esquematizar del siguiente modo: promoción de campañas de sensibilización, programas de prevención y educación sanitaria, sostén a los huérfanos, distribución de medicamentos y alimentos, asistencia domiciliaria, institución de hospitales, centros, comunidades terapéuticas que concentran su obra en el cuidado y en la asistencia al enfermo de SIDA, en la colaboración con los gobiernos, en la atención en las cárceles, mediante cursos de catequesis, elaboración de sistemas de ayuda a través de Internet, e institución de grupos de apoyo al enfermo. Así que cuando la Iglesia habla sobre el tema, no lo hace desde un confortable escritorio lleno de papeles y burocracia. Lo hace desde su experiencia de caridad hacia el sufriente en el mundo entero.
Planteado esto, quisiera volver a las campañas de prevención del Sida que se realizan por parte de organismos oficiales entre nosotros y en todo el mundo.
Como Ud. seguramente sabe, hay sólo tres maneras posibles de contagio: la sangre, la transmisión materno-infantil y por contacto sexual.
Con respecto a la infección a través de las transfusiones y a otros contactos con la sangre del enfermo, hoy el contagio se ha reducido considerablemente. Asimismo, el contagio materno-filial está fuertemente controlado con fármacos adecuados.
Actualmente el contagio por transmisión sexual sigue siendo el más significativo. El gran problema es que está favorecido abundantemente por una especie de cultura pansexual que quita valor a la sexualidad, reduciéndola a un simple placer, sin darle un alcance más elevado. La prevención principal en este campo debe provenir de una correcta concepción y práctica sexual, en la que se entienda la actividad sexual en su profundo significado como expresión total y absoluta de donación fecunda de amor. Esta totalidad nos conduce a la exclusividad de su ejercicio en el matrimonio, único e indisoluble. La prevención segura en este campo se dirige, pues, a intensificar la solidez de la familia.
Aquí llegamos al argumento del obelisco, perdón, del preservativo. Las campañas oficiales hablan del sexo seguro y enseñan que con el condón se evita la transmisión de la enfermedad. Y, preocupados por la comunidad, dan una batería de argumentos que tienen supuestas bases científicas.
No quisiera abundar demasiado en datos estadísticos que han demostrado que el preservativo no es una barrera infranqueable contra el virus. Además de sus poros puede fallar por roturas o deslizamientos durante el acto. Quisiera sólo darle un dato: en España, la mitad de las jóvenes que abortan han declarado que quedaron embarazadas por roturas del preservativo. ¡Qué cosa! ¿No? Ellas introdujeron la muerte en su seno al matar a su bebé. ¿Cuántas habrán introducido también el Sida en sus cuerpos al usar esos mismos preservativos que usaban para la anticoncepción?
Tantos miles de millones de dólares gastados en este tipo de campaña... y las cifras de enfermos aumentan. ¿Será por culpa de la Iglesia o porque no se hacen las cosas como corresponden?
Hay lugares del mundo que han detenido la enfermedad. En medio del África, que tiene el 70% de los infectados del planeta, Uganda se ufana de haber dado pasos gigantescos. ¿Qué hizo? Tirar las recetas del sexo seguro y educar con paciencia y constancia la dimensión humana de la sexualidad desde el amor responsable, que sabe esperar y es fiel. Así ellos tienen éxito en medio de un mundo de campañas costosas e ineficaces. ¿Sabía Ud. sobre Uganda? Pregúntese porque nadie habla sobre esta experiencia y no se la toma como ejemplo.
Durante la semana pasada se recordó el día internacional de la lucha contra el sida.
Es una enfermedad que no es pequeña: se calcula que en el 2005 las personas afligidas por el sida eran más de 40 millones, de las cuales más de 2 millones eran menores de 15 años. Cada año aumenta el número de personas contagiadas: durante este año contrajeron el virus casi 5 millones de seres humanos, de los cuales 700.000 son menores de 15 años y en este mismo año han muerto debido al SIDA más de 3 millones de personas entre las cuales 570.000 jóvenes con menos de 15 años. Con lo cual podemos constatar con creces que el SIDA sigue sembrando muerte en todos los países del mundo.
Y frente a esto que hacer: ¿basta con repartir preservativos y folletitos en las calles y escuelas? ¿sirve de algo que el obelisco porteño aparezca forrado? ¿es la Iglesia la responsable de que la enfermedad crezca constantemente?
Quisiera decir unas palabras sobre este tema. Estoy seguro que ya estarán pensando y me dirán: los católicos critican pero no hacen nada. Antes de continuar, permítanme informarles algunos datos. ¿Sabía Ud. qué el 27% de los centros para cuidado de enfermos de Sida del mundo son católicos? Son numerosos los proyectos y los programas de formación, prevención y asistencia, cuidado y seguimiento pastoral a favor de los enfermos, que las iglesias locales, los institutos religiosos y las asociaciones laicales llevan adelante con amor, sentido de responsabilidad y espíritu de caridad. Las acciones que la Iglesia Católica realiza en el campo del SIDA se pueden esquematizar del siguiente modo: promoción de campañas de sensibilización, programas de prevención y educación sanitaria, sostén a los huérfanos, distribución de medicamentos y alimentos, asistencia domiciliaria, institución de hospitales, centros, comunidades terapéuticas que concentran su obra en el cuidado y en la asistencia al enfermo de SIDA, en la colaboración con los gobiernos, en la atención en las cárceles, mediante cursos de catequesis, elaboración de sistemas de ayuda a través de Internet, e institución de grupos de apoyo al enfermo. Así que cuando la Iglesia habla sobre el tema, no lo hace desde un confortable escritorio lleno de papeles y burocracia. Lo hace desde su experiencia de caridad hacia el sufriente en el mundo entero.
Planteado esto, quisiera volver a las campañas de prevención del Sida que se realizan por parte de organismos oficiales entre nosotros y en todo el mundo.
Como Ud. seguramente sabe, hay sólo tres maneras posibles de contagio: la sangre, la transmisión materno-infantil y por contacto sexual.
Con respecto a la infección a través de las transfusiones y a otros contactos con la sangre del enfermo, hoy el contagio se ha reducido considerablemente. Asimismo, el contagio materno-filial está fuertemente controlado con fármacos adecuados.
Actualmente el contagio por transmisión sexual sigue siendo el más significativo. El gran problema es que está favorecido abundantemente por una especie de cultura pansexual que quita valor a la sexualidad, reduciéndola a un simple placer, sin darle un alcance más elevado. La prevención principal en este campo debe provenir de una correcta concepción y práctica sexual, en la que se entienda la actividad sexual en su profundo significado como expresión total y absoluta de donación fecunda de amor. Esta totalidad nos conduce a la exclusividad de su ejercicio en el matrimonio, único e indisoluble. La prevención segura en este campo se dirige, pues, a intensificar la solidez de la familia.
Aquí llegamos al argumento del obelisco, perdón, del preservativo. Las campañas oficiales hablan del sexo seguro y enseñan que con el condón se evita la transmisión de la enfermedad. Y, preocupados por la comunidad, dan una batería de argumentos que tienen supuestas bases científicas.
No quisiera abundar demasiado en datos estadísticos que han demostrado que el preservativo no es una barrera infranqueable contra el virus. Además de sus poros puede fallar por roturas o deslizamientos durante el acto. Quisiera sólo darle un dato: en España, la mitad de las jóvenes que abortan han declarado que quedaron embarazadas por roturas del preservativo. ¡Qué cosa! ¿No? Ellas introdujeron la muerte en su seno al matar a su bebé. ¿Cuántas habrán introducido también el Sida en sus cuerpos al usar esos mismos preservativos que usaban para la anticoncepción?
Tantos miles de millones de dólares gastados en este tipo de campaña... y las cifras de enfermos aumentan. ¿Será por culpa de la Iglesia o porque no se hacen las cosas como corresponden?
Hay lugares del mundo que han detenido la enfermedad. En medio del África, que tiene el 70% de los infectados del planeta, Uganda se ufana de haber dado pasos gigantescos. ¿Qué hizo? Tirar las recetas del sexo seguro y educar con paciencia y constancia la dimensión humana de la sexualidad desde el amor responsable, que sabe esperar y es fiel. Así ellos tienen éxito en medio de un mundo de campañas costosas e ineficaces. ¿Sabía Ud. sobre Uganda? Pregúntese porque nadie habla sobre esta experiencia y no se la toma como ejemplo.