Tengo un amigo que le encantan las cosas viejas. Goza yendo a los remates y comprando trastos inservibles para sus dueños. Luego les da un toque mágico de restauración y lo inútil queda hecho un verdadero chiche. Recuerdo una vez que fui a su casa y me mostró emocionado una mesa para su comedor diario. Era una mesa grande de las llamadas “choriceras” porque se la usaba en el campo para cortar los trozos de carne de vaca y de chancho para el chorizo y otras “facturas” de carne para el invierno. Yo lo único que le vi de lindo eran las patas torneadas, porque toda la madera estaba pintada con látex verde agua. El, raspando con la uña, me hizo ver que era de algarrobo. En los días siguientes comenzó la verdadera aventura: armados con soda cáustica, un cepillo de lavar ropa y abundante agua, le fue sacando la pintura hasta dejar la madera completamente al descubierto. Luego sólo bastó una manito de lija, un barniz incoloro y lista para usarla y lucirla. Tenía razón mi amigo, la mesa era bárbara y sólo había que sacarle la pintura para que resplandezca como verdaderamente es.
Yo creo que esto es lo que a veces nos pasa a nosotros. Tenemos miedo de que los demás nos vean tal cual somos y por eso nos pasamos una mano de la pintura de la “apariencia”. El otro ve la cara que le quiero mostrar, muchas veces falsa. Todo lindo por fuera pero con el corazón y la cabeza en otra parte. Lo más triste es que a la larga el otro nos descubre y comienza a despreciarnos o dejarnos de lado. La mejor manera de ganarnos la confianza de los demás, y también su aprecio, es tener el barniz de la “autenticidad” que nos muestra tal cual somos. Es difícil, pero forma parte de la aventura cristiana a la que nos invita Jesús.
La cuaresma, un tiempo “fuerte” de preparación espiritual para la celebración de la Pascua, es un momento propicio para la conversión de la vida: sacarnos el “látex” del pecado para recubrirnos del “barniz” de la Gracia. La Iglesia nos propone la oración para crecer en el encuentro con el Dios Vivo; la solidaridad, para vivir como auténticos hermanos entre nosotros y el ayuno y la penitencia, para dominar nuestras pasiones y crecer así en la libertad. Tres caminos para crecer en la autenticidad cristiana.
Yo creo que esto es lo que a veces nos pasa a nosotros. Tenemos miedo de que los demás nos vean tal cual somos y por eso nos pasamos una mano de la pintura de la “apariencia”. El otro ve la cara que le quiero mostrar, muchas veces falsa. Todo lindo por fuera pero con el corazón y la cabeza en otra parte. Lo más triste es que a la larga el otro nos descubre y comienza a despreciarnos o dejarnos de lado. La mejor manera de ganarnos la confianza de los demás, y también su aprecio, es tener el barniz de la “autenticidad” que nos muestra tal cual somos. Es difícil, pero forma parte de la aventura cristiana a la que nos invita Jesús.
La cuaresma, un tiempo “fuerte” de preparación espiritual para la celebración de la Pascua, es un momento propicio para la conversión de la vida: sacarnos el “látex” del pecado para recubrirnos del “barniz” de la Gracia. La Iglesia nos propone la oración para crecer en el encuentro con el Dios Vivo; la solidaridad, para vivir como auténticos hermanos entre nosotros y el ayuno y la penitencia, para dominar nuestras pasiones y crecer así en la libertad. Tres caminos para crecer en la autenticidad cristiana.